Existen
hábitos bucales que pueden influir en el desarrollo de maloclusiones o
deformaciones dentomaxilofaciales.
- La interposición lingual o deglución atípica: se observa porque al hacer tragar saliva al niño, este
interpone la lengua entre los incisivos superiores e inferiores, en lugar de
apoyarla en el paladar. También se le llama deglución infantil, porque es la
forma que tienen los bebes para poder tragar. Con la aparición de los dientes
de leche, la deglución debe ir madurando hacía la del adulto, es decir,
colocando la punta de la lengua en el paladar por detrás de los incisivos
superiores para poder tragar. En algunos niños no se produce este cambio y permanece la deglución infantil.
- succión
digital o uso del chupete: El chupete debe ser anatómico y su uso debe
limitarse hasta los 12-18 meses de edad, tratando de no sobrepasar los 2 años,
debido a la asociación entre este hábito y la alteración en la posición
lingual, que puede propiciar maloclusiones óseas y dentarias. Todo niño que
persista con un hábito de succión no nutritiva (chupete o dedo) más allá de los
3 años debe ser revisado por un odontólogo.
- La respiración bucal: Ante un niño con
respiración bucal, hay que descartar
cualquier tipo de patología previa con el otorrino, o saber si simplemente es un hábito que puede
corregirse con una serie de ejercicios. Los niños que respiran por la boca,
permanecen continuamente con la boca entreabierta cuando se encuentran
relajados. La lengua permanece en el suelo de la boca sin el correcto apoyo en
el paladar, con lo cual este no tiene el estímulo adecuado para poder
desarrollarse, y permanece estrecho y pequeño.
Todos estos
hábitos pueden interferir en el normal desarrollo de los procesos alveolares,
estimulando o modificando la dirección del crecimiento en ciertas estructuras.
Pueden generar:
-Mordidas abiertas anteriores y o
laterales
-Protrusiones dentarias
-Protrusiones dentoalveolares
-Inhibición en la erupción de uno o
varios dientes
-Vestibulo o linguoversiones….
El grado de
las alteraciones producida dependerá de la duración, intensidad y frecuencia
del hábito, como así también de las características biotipológicas del
paciente. En el estudio clínico resulta muy fácil detectar la relación
causa-efecto de un hábito ya que ellos dejan la impronta de su acción; por lo
que en la mayoría de los casos, la simple observación de la alteración nos
permite deducir el hábito bucal que lo causó.
Si se
eliminan los hábitos a edades tempranas, muchas maloclusiones tienden a
corregirse solas. Pero si se prolongan demasiado en el tiempo, pueden
producir o agravar maloclusiones.
Algunos de
estos hábitos pueden pasar desapercibidos por los padres, por lo que es
recomendable revisar al niño al menos cada año, desde la aparición de los
dientes de leche hacía los 3 años.
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